Cada que me meto a una sala de cine para ver una película de terror, mis expectativas son particularmente bajas. Prácticamente sé que voy a salir decepcionado, por supuesto, tengo una ligera esperanza de ver algo que me sorprenda, que me haga sentir miedo, que tenga una historia en la que pueda encontrar detalles interesantes, razones de por qué el fenómeno representado sí es terrorífico. Historias como “El exorcista (1973), una niña poseída por un demonio ancestral, al que se deja entrar por juegos “inocentes” (todos sabemos ya que las Ouijas tienen esta connotación de abrir portales, así que nunca me verán jugando una) o la que a mi parecer es una genialidad representando el deterioro de una persona que ha sido poseída: “La posesión de Michael King (2014)”, son ejemplos de lo que hablo. El cine de terror, tristemente, hace gala de clichés a diestra y siniestra y basa el susto en elementos básicos:
Saben a lo que me refiero, recetas que difícilmente logran trascender. Son elementos importantes, pues el generar tensión y liberarla con este tipo de técnicas, permite al espectador no comerse los dedos completos y atenerse a sólo las uñas, importantísimo para continuar con nuestras vidas ya que salimos del cine. Dicho esto, hace un par de días vi esta película, con un poster un tanto feíto y una sinópsis más o menos flojona: “Colleen y sus dos hijas, Beth y Vera, heredan la casa de su tía recién fallecida. Sin embargo, durante la primera noche en su nuevo hogar, unos psicópatas entran en la casa haciendo que la madre llegara al extremo por salvar las vidas de sus hijas. Dieciséis años después, Beth se ha convertido en una famosa autora de terror que tiene una vida perfecta. Por su parte Vera ahora es una mujer que no sabe arreglárselas sola y tiene una continua sensación de paranoia. Madre e hijas volverán a reunirse en el hogar familiar y una serie de extraños sucesos comenzarán a producirse...” En un principio pensé: bueno, película de asesino persecutor que, mientras camina a dos pasos por hora, alcanza a sus víctimas, corredores profesionales, después de un par de cortes de toma. Sin embargo, la parte de “extraños sucesos”, me hizo pensar en lo paranormal… no suena demasiado mal, así que entramos a verla. ¡POR FIN, UNA SORPRESA! Después de vagar por el mundo del terror, me topo con una joya. Dirigida y escrita por Pascal Laugier, quien también es responsable de la dirección de Martyrs (2008) y el hombre de las sombras (2012), “Pesadilla en el infierno” es una película de corta duración, 91 minutos, suficientes para haberme generado un franco dolor de cabeza por la tensión en la que me encontraba al verla. Sin dar spoilers, tenemos los elementos clásicos de los que hablamos al principio, muy bien manejados, música que se vuelve parte de la atmósfera y no un elemento barato para asustar. Actuaciones maravillosas por parte de las protagonistas: Mylène Farmer como la mamá, Emilia Jones y Taylor Hickson como las hijas, acompañadas de un reparto pequeño que complementan y dan credibilidad a la historia. El manejo de cámara es buenísimo, close ups sí, pero también tomas abiertas y mucho enfoque en la casa y los elementos que la componen, generando cierta claustrofobia y manteniendo una tensión que simplemente no se va durante toda la película. La iluminación, escenografía y vestuario también tienen mucho que ver en lo bien lograda que está la producción en general. La casa es un protagonista en sí mismo. Si pensaban que el cine de terror no tenía nada que ofrecer este verano, se equivocan. ¡Corran a verla, ya! YayoTwitter: @amigoyayo Érase una vez un bosque encantado, con conejos, aves cantarinas y montones de cuerpos putrefactos. El bosque de los suicidios es una película que nos cuenta la historia de una mujer que decide adentrarse en él, pues cree que su hermana gemela se encuentra perdida ahí. El principal problema es que éste es lugar es famoso por la cantidad de gente que ha sido encontrada muerta, resultado de un suicidio. Natalie Dormer (Game of thrones) es la protagonista, a quien vemos tanto en rubia como con cabello negro, lo cual para algunos puede ser una interesante experiencia y siendo la actriz más conocida de esta peli, tenemos un reparto que acompaña decentemente y hace de esta peli algo sobrellevable. El bosque encantado tiene sus momentos, sin embargo, no son muchos. Dirigida por Jason Zada, siendo su primer largometraje, El Bosque encantado tiene su mejor carta con la fotografía, a cargo de Mattias Troeltstrup, miembro de la sociedad Danesa de Cinematografía y que también trabajó en la película Clear Blue, en 2011. Manteniendo una tonalidad sombría, verdosa, muy similar a la del cine Japonés que en algún momento permeó a las películas de terror estadounidenses con “El Aro”, la atmósfera representada verdaderamente evoca un sentimiento de nostalgia y tristeza. Casi nos hace querer también entrar al bosque y salirnos del camino; ver qué nos espera ahí. Aunque es ciertamente predecible, tiene un par de giros, escenas de sobresalto bien hechas y maquillaje bien logrado. Lo malo es que tiene agujeros en la trama y cosas que no necesariamente tienen sentido y en general nada que soprenda al espectador. Datos interesantes: este bosque si existe, si tienen curiosidad, pueden entrar a Google y buscar Aokigahara, una de las fotos más famosas del lugar es tomada como referencia para la portada del poster de la película. Duración es de 93 minutos y aunque hubiera tenido un poco de sentido grabar en Japón no fue así, a excepción de algunas escenas en el aeropuerto de Narita. Todo lo correspondiente al bosque grabó en Tara, Serbia. Esta película está disponible en Netflix para streaming, por si le quieren dar una checada. Yayo Twitter: @amigoyayo |
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Marzo 2019
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